Desde Puyo, Mons. Rafael Cob, misionero burgalés nos cuenta como se esta viviendo la tragedia del terremoto. Y hace una invitación a ser samaritanos ante el dolor de nuestro prójimo.
A medida que pasan las horas las noticias de la
tragedia ecuatoriano provocada por un sismo de 7.8 en nuestras provincias del
litoral volaron por los cuatro vientos, cuando apenas unos minutos por
llegar las 7 de la noche del sábado, vimos en nuestra Iglesia donde
estábamos celebrando la eucaristía, que la cruz pendida de lo alto se
movía, las rosas de los floreros, la silla donde estaba sentado, todo se
movía, se proclamaba la palabra de Dios, la palabra en nuestro pensamiento era
querer gritar temblor, temblor, se prolongó por infinitos segundos que no
terminaban, formando más de un minuto y volvió la calma, la serenidad nos
permitió evitar una estampida de la gente que festejaba a su patrón S.
Vicente en la Torqui.
Cuando salimos de la misa enseguida
empezaron los contactos para averiguar el origen del temblor.
Las
noticias decían que en la escala había marcado 7.8 cuyo epicentro estaba
en la provincia de Manabí, por lo cual se previa una gran tragedia, como así ha
sido. Al amanecer del domingo, se ha ido generando una estadística
de fallecidos y heridos que aumenta por momentos, en la mañana
colocábamos los letreros de solidaridad a las puertas de nuestra catedral para
concienciar a la gente.
El mundo entero desde el Papa Francisco, hasta
los países amigos llegaban los mensajes de condolencia y ayuda solidaria
para con Ecuador. Elevábamos oraciones y celebrábamos las misas por
los fallecidos y por los afectados, e invitábamos a ser solidarios para
enviar nuestro aporte hasta la orilla del mar pacifico donde
sigue la herida abierta del dolor y el sufrimiento.
Hoy pedimos a todos que mantenga su alerta con la oración al Padre
misericordioso. La técnica humana no ha llegado a poder tener la
seguridad que la tragedia llega, siempre nos encuentra desprevenidos en el
momento casi siempre que no esperamos, nos sorprende, y evitarla es
imposible .No sabemos juzgar los signos de los tiempos nos diría Jesús, y es
verdad, ¿somos torpes? No se trata de pedir explicaciones ni a Dios ni a la
Naturaleza ¿Por qué se portó así? En el misterio del silencio y de la
soledad, en el dolor y la esperanza, Podemos aprender lecciones de sabiduría
para nuestra vida y sobre todo las circunstancias y el tiempo, para
sensibilizar y sintonizar nuestro corazón, con el amor al prójimo necesitado.
Nos volvemos los samaritanos
de los dolientes y caídos en el camino, o aplastados entre los escombros, no le
vamos a preguntar ¿qué te ha pasado? Ni ¿qué hiciste? Más bien ante las lágrimas
y el sollozo de un corazón dolorido, vendaremos sus heridas y le tomaremos en
nuestros brazos para llevarle al hospital o simplemente escucharle y
darle la energía necesaria para vivir. No es momento de juzgar sino de
amar. Jesús nos descubrió donde esta nuestro prójimo para amar y hacia
donde debemos caminar como buen pastor, para llegar al aprisco
seguro donde habrá alimento y pasto generoso para saciar nuestra
hambre y nuestra sed de eternidad. Caridad es la
respuesta.
Monseñor
Rafael Cob Garcia